Todo empezó con una suave brisa una mañana de noviembre. Yo acababa de despertarme de mi nueva cama: el colchón del contenedor de al lado, y cuando fui a buscar a mi padre a los cartones de enfrente, vi que no estaba y supuse que, como todos los días, había salido a dar una vuelta por los contenedores del barrio. Le esperé asta que ya no podía aguantar más el hambre que tenía y decidí buscar entre las sobras de la semana pasada. Estaba ya preocupado y opté por ir a buscarle. Eran ya las doce de la noche y no lo había encontrado; no se veía la luna porque el cielo estaba lleno de nubes y parecía que iba a llover. Cuando volví a nuestro puente ya estaba empezando a llover. Esperé a mi padre sentado en mi cama nueva, me quedé dormido al cabo de unas horas. Ya eran las siete cuando desperté y pude ver en la tienda de televisores lo que había ocurrido; habían encontrado a un hombre tirado en la calle el día anterior, por lo visto tenía una enfermedad algo rara y no podía pagar el médico.
Esta es mi historia, no la mía no, la de la muerte de mi padre.
miércoles, 22 de octubre de 2008
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